miércoles, 4 de febrero de 2009

La decisión

La siguiente historia se la oí contar a mi madre:

Se hallaba un sapo a la orilla de una carretera intentando cruzar al otro lado. De vez en cuando pasaba algún coche, así que el cruzar significaba ciertamente un riesgo de morir aplastado. El sapo intentaba pasar y, al oír el más pequeño ruido, daba media vuelta y se volvía atropelladamente al origen, y allí se quedaba quieto, hasta que se le pasaba el susto. Repitió el intento varias veces con el mismo resultado y, cuando ya se convenció de que siempre eran falsas las alarmas, se armó de valor, se dijo “¡allá voy!”, y se lanzó a cruzar “a tumba abierta”; lo que fue una premonición, porque aquella vez el ruido que comenzó a oírse sí que procedía de un coche de verdad, que justamente le pasó por encima, dejándolo del grueso de unos pocos milímetros. El sapo, en el momento de ser aplastado solo pudo decir “¡la erré!”, que venía a ser como una reflexión final sobre el resultado de la operación “cruzar carretera”.

Pasando de la fábula del sapo a lo que nos sucede a las personas, el que más y el que menos nos hemos encontrado alguna vez en esa situación de indecisión en que, estando varias veces casi a punto de iniciar algo, nos echamos atrás en el último instante y, cuando por fin nos decidimos, nos damos cuenta, demasiado tarde, de que hemos elegido el peor momento.

Esto, al fin y al cabo, es una más de las muchas manifestaciones de las leyes de Murphy que, como vemos, ya las intuíamos en Ariño hace muchos años.

No hay comentarios:

Visitas desde el 15-09-2008
Visitas desde el 22-06-2009... contador de visitas
contador de visitas