El hijo ha trasnochado más de lo debido y su padre, de madrugada, al borde de la pajera intenta despertarlo diciéndole con voz de ultratumba:
–Abre los ojos Miguel, que te viene Dios a ver.
El mozo, con voz soñolienta, responde:
–Ni que venga Dios ni el diablo, los ojos yo no los abro.
El padre prueba por el aspecto alimentario:
–Miguel, levántate a almorzar zorro.
Miguel contesta con desgana:
–No, que ya solo quedan las tripas y el morro.
El padre se ve obligado a gastar su último cartucho, diciendo:
–Miguel, levántate a almorzar sopas de leche.
El Miguel de pronto se incorpora y dice con los ojos muy abiertos:
– ¿Dónde, dónde están?
Lo cual prueba que, buscando el modo, muchas veces se pueden resolver problemas que parecían de muy difícil solución, como puede ser el intentar despertar temprano a un mozo que se acostó demasiado tarde.
–Abre los ojos Miguel, que te viene Dios a ver.
El mozo, con voz soñolienta, responde:
–Ni que venga Dios ni el diablo, los ojos yo no los abro.
El padre prueba por el aspecto alimentario:
–Miguel, levántate a almorzar zorro.
Miguel contesta con desgana:
–No, que ya solo quedan las tripas y el morro.
El padre se ve obligado a gastar su último cartucho, diciendo:
–Miguel, levántate a almorzar sopas de leche.
El Miguel de pronto se incorpora y dice con los ojos muy abiertos:
– ¿Dónde, dónde están?
Lo cual prueba que, buscando el modo, muchas veces se pueden resolver problemas que parecían de muy difícil solución, como puede ser el intentar despertar temprano a un mozo que se acostó demasiado tarde.
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