domingo, 1 de marzo de 2009

La despedida

Esta anécdota corresponde a una época que, por poco, no llegué a conocer, aunque sí conocí a la persona a la que se refiere.

En aquellos años, cuando a los quintos les llegaba la hora de incorporarse al Ejército, tenían que ir por sus propios medios, es decir andando, hasta la estación de ferrocarril de La Puebla de Híjar, lo que hacían acompañados por algún que otro amigo, y sobre todo por algún familiar.

En La Puebla se juntaban los quintos de toda la comarca y, organizados por mandos militares, llenaban un tren que los llevaba a Zaragoza, donde se concentraban todos los mozos de la Región Militar.

En el momento de partir —por causa de las despedidas— se formaba un interminable follón que los mandos trataban de resolver contundentemente, procurando que el tren saliera a la hora prevista.

Uno de aquellos mozos de Ariño, ofuscado por las prisas, se despedía de su padre con un abrazo y la siguiente expresión:

“¡ Hala padre! Si no nos vemos. . . ¡Eso es lo que es menester!”

O sea que dijo lo primero que le vino a la cabeza la que, con tranquilidad, daba algo de sí, pero nada coherente se podía esperar de ella si le iban atosigando.

Cuando me contaron esto, además de hacerme gracia la expresión del aspirante a militar, me sorprendió que, hace no muchos años, la cosa más simple, como por ejemplo “ir a la mili”, tuviera las grandes dificultades que se deducían de lo que me iban explicando.

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