jueves, 20 de noviembre de 2008

Confidencias

Me hablaron un día en Ariño de Entabán digital como una posibilidad de comunicación, y en principio lo vi como una forma muy sugestiva de difundir vivencias propias o reveladas que pudieran ser interesantes para los demás.

Fui centrando el tema y entendí que a base de numerosos relatos generalmente cortos, podría ir mostrando una porción de la historia de Ariño hacia los años cuarenta y cincuenta: mi anecdotario era abundante y las anécdotas muy dispares, lo cual me situaba en una posición privilegiada para conseguir el objetivo apuntado.

Me pareció que estos relatos debían aportar enseñanzas, proporcionar datos sobre costumbres, o simplemente explicar chascarrillos que provocasen la sonrisa, acción muy saludable a causa de esas misteriosas sustancias que segrega el cerebro.

Pensé también, y así lo he ido manifestando, que si todos nosotros fuéramos cronistas de al menos una parte de lo vivido nos lo agradecería la historia de Ariño. Tengo también muy asumido que los recuerdos tienen fecha de caducidad en la mente, y por ello consideré que había que comenzar la tarea lo más pronto posible.

La limitación de mis dotes literarias era un problema, y el mostrarme en público, algo arriesgado; sin embargo pensé que la pretensión de una seguridad absoluta conduce a la inactividad y que el objetivo valía la pena, así que me dispuse a pasar a la acción sin más dilaciones.

Confieso que tres personas me animaron a tomar esta decisión. Fueron José Antonio Blesa persona competente y sensata que sabe motivar, y mis hijos Joaquín y Javier, que tienen de mí un concepto que es uno de mis mayores motivos de orgullo y satisfacción.

Me propuse realizar esta tarea de forma que no ofendiese a nadie y sin entrar en modo alguno en cuestiones de tipo político, porque aparte de otras razones, esto no va con mi modo de pensar. Tanto mis progenitores como las personas que influyeron en mi formación tuvieron el acierto de no inculcarme ni adhesiones inquebrantables ni aversiones injustificadas, respetando mi libertad de pensamiento. Opino, como decía Joaquín en un reciente artículo, que hay que mirar el que, más que el quien. Creo también que, por encima de la política, en un pueblo hay muchas cosas: la familia, la amistad y muy especialmente la convivencia pacífica. Me siento ajeno al protagonismo político y espero continuar así. Ariño durante mi juventud fue “una balsa de aceite” ejemplar donde las enemistades y los conflictos eran mínimos. No recuerdo tener, a sabiendas, ningún enemigo y eso que, por ir librándome de la mina, podía haber suscitado alguna envidia. Este ambiente que viví (ojala que pudiéramos ofrecérselo ahora a los jóvenes que se están formando porque ello sería una gran herencia) es una de las causas del cariño que le tengo a mi pueblo. Comienzas por convivir y apreciar a la gente y terminas sintiendo ternura hasta por las piedras apiladas de las casas, porque sobre ellas ves manos honradas que han ido construyendo el pueblo piedra a piedra. Y al pasar por estas calles sientes el vivo recuerdo de muchas gentes amigas yendo a sus trabajos y a sus fiestas; y ves también a las personas queridas acompañadas por todos sus convecinos dándoles un último adiós…

Nos convendría pensar que en el pueblo, aunque más o menos lejana, casi todos somos familia. Y los que han venido de fuera dejándose muchas veces el corazón en sus lugares de origen, si son personas de bien, para mí (y ojalá que para todos), como si fueran unos más de nosotros.

Estos párrafos anteriores han conseguido emocionarme, pero es necesario serenarse y llegar a lo que pretendía, que es, pasados más de tres meses desde el comienzo, hacer una recapitulación sobre la tarea realizada, y una anticipación de la prevista en el futuro.

Una vez tomada aquella decisión inicial sobre mis relatos he venido haciéndolos con interés y agrado. Llevo ya escritos quince, muy diferentes unos de otros. Los primeros con pinceladas técnicas como “La trampa y “El agua potable en Ariño”. Otros como “La olipa” con un tinte más poético. Los de “El engafador” y “El gaitero de La hoz” retratando personajes curiosos de presencia esporádica. Algunos como “El capucete de la rana” con explicaciones sobre la confluencia de los ríos y sobre el desenlace propio de las locuras infantiles. El de “El Aguedo” recordando a una persona muy popular y humilde. “El romance de la loba parda” comentando la primera celebración teatral y popular en las fiestas de santa Bárbara. “Los dos lapos de mi padre” relatando en tono jocoso los contados cachetes que bien merecidos y bien admitidos me dio éste. “El orden de los instintos” haciendo una observación con pretensiones de ensayo filosófico. “Para que te vayas fiando” hablando de la tía Pina recordándola con lástima y ternura a la vez que retratándome como arriesgado caballista de vocación circense. “Los trovos” recordando a mi abuelo José, a quien no conocí, y proponiendo al lector reflexiones sobre ciertos sucesos improbables. Los dos últimos “Un castigo ejemplar” y “El tablón” con anécdotas de ambiente minero.

En todos ellos el motivo central tiene su propio interés, pero para mí es tan importante, o más, el contexto y las reflexiones que éste sugiere (alguna de las cuales apunto), porque en esos pequeños detalles se vislumbra precisamente lo que pretendo reflejar que es el modo de vida cotidiano (la microhistoria) de las gentes de Ariño en los años de referencia.

Hecha pues a modo de resumen esta exposición sobre mis artículos y sus circunstancias, debo añadir que en este momento, cuando repaso las visitas a mi blog, veo que tengo unos diez o quince seguidores, pero voy observando los comentarios y siempre me sale la misma cifra: 0,0,0,0,0,0…

Esto no es del todo cierto pues cuando escribí “La olipa”, un “Anónimo” desde Barcelona hizo un comentario muy atento y agradable; también con mi relato sobre el José “El Aguedo” hubo un comentario muy interesante y muy majo; y cuando publiqué “El romance de la loba parda” Fina Giménez hizo un emotivo comentario que agradecí muy sinceramente. He recibido también algunos comentarios verbales animándome a continuar y también los he agradecido.

En el momento de escribir estas “confidencias” aparece un comentario de Patricia Abad lleno de cariño y de gratos recuerdos y otro de Álvaro Moriano muy emocionante y ajustado a su recia y noble personalidad. (De tardar un poco más en publicar este escrito se me van a venir al suelo mis rebuscados argumentos sobre la escasa respuesta).

Venía a decir que, a pesar de las anteriores excepciones, mis escritos se caracterizan por ser vistos en general con aparente indiferencia. Esto me crea el problema de no saber si esta semilla de ir relatando cosas de nuestro pueblo está cayendo en tierra fértil o se la comen las aves en el camino. Dicho menos “parabólicamente” necesito ir ajustando mis escritos conforme a la reacción de los lectores, y ésta, o no se produce, o no llego a detectarla.

Comprendo que escribir un comentario no es fácil y menos siendo yo una persona que conocéis poco, y aún es más difícil si el comentario puede no ser agradable; pero, amigos, a este blog le conviene esto: dialogar tomando como base el relato. Vuestra participación permitiría corregir detalles inexactos, añadir datos interesantes, aportar opiniones sobre el tema y sugerir otros nuevos; y a mí me facilitaría el posicionamiento respecto a los siguientes relatos. Si el problema es que os cuesta poner vuestro nombre, poned anónimo que no pasa nada.

Termino estas reflexiones sobre lo realizado hasta hoy y añado que tengo la idea de seguir escribiendo con los mismos criterios que he utilizado hasta ahora, porque estoy convencido de que es conveniente (y hasta gratificante si existen lectores por pocos que sean).

De todos modos tengo la aspiración de conseguir algo más de participación en el futuro para que esta tarea que actualmente puede calificarse de casi unipersonal, pueda llegar a convertirse en una labor de equipo que merezca llegar a ser ejemplo de diálogo constructivo entre personas bienintencionadas.

Para terminar quiero decir que sea cual sea mi aspiración, tanto si la consigo como si no, mereceréis todo mi respeto al hacer lo que os parezca mejor, incluso si decidís dedicaros a mejor cosa que leer mis relatos. No os quepa de ello la menor duda.

10 comentarios:

A.M. Valero Lite dijo...

Enhorabuena por haber emprendido esta hermosa tarea de disfrutar recopilando en su memoria y en este blog los momentos y las anécdotas de su vida en Ariño. Y de darla a conocer a quien quiera interesarse. Los sentimientos, los poemas, o los conocimientos sobre algún tema crecen al ser compartidos.

Le animo a que siga haciendolo, aunque no reciba muchos comentarios. De todas formas, no se desanime. Mucha gente lee blogs, y probablemente muchas personas hayan ido a parar al suyo. Pero el ser humano es perezoso por naturaleza y muchas veces uno entra en un blog interesante y no deja comentario. Yo lo hago también.

Estamos acostumbrados a que la "calidad" y el "éxito" de las cosas se mida en términos de números: el impacto del éxito según el número de discos vendidos, el de un acontecimiento público o representación según el "share" de televidentes que lo vean, el de una figura pública según el número de personas que asiste a sus reuniones, el de los intelectuales según el número de veces que son mencionados...o el de un blog según el número de comentarios recibidos.

Pero yo creo que la verdadera calidad está intrínseca en el "producto". Y además: no siempre lo más leído es lo de mayor calidad, no le parece?? (Esto lo dice una que le tiene tirria a los bestsellers, jeje).

Así que adelante. Su blog es una delicia, y yo personalmente lo seguiré leyendo.

Un saludo.

Salvador Macipe dijo...

Penélope,me gusta que te agraden mis relatos. Al fin y al cabo este es uno de los principales objetivos que me marqué al iniciar este proyecto.

Las ideas que apuntas son básicamente incuestionables y alguna en especial requeriría todo un ensayo para desarrollarla; sin embargo referidas a mí tendría que añadirles alguna que otra matización que no procede hacer en este momento.

Te has tomado la molestia de escribir y haces unos comentarios muy agradables y voluntariosos dándome ánimos. Te agradezco sinceramente todo ello.

Un cordial saludo

Salvador Macipe

TrasTera dijo...

Hola Salvador. Sigo la sección desde que se incorporó a Entaban, aunque sea la primera vez que le comento un artículo. Muchos de sus recuerdos a mí me son ajenos, aunque mi hermano y yo estuvimos recordando muchas cosas a raiz de su artículo de el "Aguedo", por ejemplo que él siempre culpó a mi padre de venderle el mulo cuando tuvo que ser hospitalizado, jeje. Yo igual trato de no perder pequeños retazos del ariño mío, a través de la poesía, y suelo colgar algún que otro poema que me dicta la infancia desde allá por donde queda. Me consta que lee la revista bastante gente, aunque no fluyan por aquí los comentarios.

Un abrazo y a seguir adelante!

Anónimo dijo...

Apreciado Señor Macipe,

sigo sus relatos y sus explicaciones con atención. Soy hijo de hija de Ariño (nieto de Ariño?) y no puedo (ni quiero) escapar a su influencia. Leer sus escritos me transporta allí, me alegra muchísimo y me da la paz que siento cuando voy al pueblo.

Por otra parte, creo que el inicio de Entaban en internet es una iniciativa tan acertada, que espero que sea mucho más fructífera. No hace sentir Ariño mucho más cerca.

Entiendo sus sentimiento pero siga así, no se rinda, por favor.

Un saludo desde Barcelona.

anónimo

Salvador Macipe dijo...

Elisa, leo tus poemas pero no los entiendo.Es como intentar que un ciego comprenda los colores. Mi formación es demasiado lógica y analítica y no entiendo la belleza poética; sin embargo creo que tu visión de Ariño y la mía no son contrapuestas sino complementarias. Tenemos en común recuerdos muy agradables de nuestro pueblo y el deseo de hacer partícipes de ellos a los demás para que estos bellos recuerdos no se pierdan.
Es un placer el ser compañero tuyo como colaborador en Entabán y te agradezco tu bonito comentario sobre mis relatos.
Ánimo y un cariñoso saludo.
Salvador Macipe

Salvador Macipe dijo...

Querido"Anónimo desde Barcelona", eres una persona con raíces en Ariño y seguro que en el pueblo pasaste de pequeño momentos entrañables con tu familia.Dices que el pueblo te produce paz; mi hijo Joaquín, que tiene la suerte de poder vivir ahora en Ariño, dice que el pueblo y la casa que hoy es suya y antes lo fue de sus padres y de sus abuelos le producen "buenas vibraciones". Yo también las noto(no es broma).Quizá en un rinconcico de nuestro cerebro(y de nuestro corazón)se produce una especial armonía cada vez que estamos en estos sitios en que fuimos felices de niños.
Gracias por tus ánimos y ojalá que puedas venir muchas veces a nuestro pueblo.
Un abrazo.
Salvador Macipe

Anónimo dijo...

Hola.

Que sepas que leemos todos tus artículos.
Nos hacen evocar recuerdos del pasado.
El que no enviemos comenterios no quiere dedir que no nos interesen.
Al contrario.
Hoy mismo los ha leíodo mi cuñado Manolo. Se ha "enganchado" a ellos, pues él mismo tiene muchas vivencias de Ariño.
A ver si lo animamos a que colabore.
Saludos. Pepita La Vaquera.

Salvador Macipe dijo...

Gracia, Pepita, por tu interesante comentario. Tu cuñado Manolo Omedas efectivamente es una de las personas que podría aportar muchos datos y comentarios interesantes sobre Ariño y sobre su actividad minera.Él y su hermano Vicente han ejercido siempre un protagonismo destacado y ejemplar en nuestro pueblo.

Ánimo Manolo, que al principio da un poco de pereza pero luego se convierte en una actividad muy positiva.

Un abrazo para toda la familia.

Salvador Macipe

Sara Noé dijo...

¡Hola Salvador!. Soy Sara Noé, una de las nietas de Pascual Navarro (El Puja) y de Andresa, matrimonio bien avenido que en su día se sintió orgulloso de ser "amigo" de sus padres. Soy la hija pequeña de Teresina. Debo decirle que leo sus historias y relatos, me hacen pasar ratos muy agradables así como muy entretenidos no sólo por como los escribe, sino porque son "tan de verdad...", alguno de ellos me recuerdan a personas que en su día mi abuelo también me contaba (por ejemplo el del Sr. Ruano y su esposa).
Mi abuelo fue de esas personas que siempre, siempre contaba algún chiste, un chascarrillo o alguna anécdota en el momento oportuno provocando la sonrisa y la risa de aquellos que le estaban escuchando, buscando el lado positivo de las cosas. Y... como bien dice usted su anecdotario es abundante y muy dispar, desde aquí le invito ( y valga la osadía) a que haga memoria e intentase recordar algunos de los que él relataba cuando se reunía con su familia en tardes de tertulia, meriendas (sé que fueron muchas, tengo fotos de algunas de ellas). Le doy las gracias de antemano.
Aprovecho también estas líneas para darle la enhorabuena por esa nieta que acaba de nacer y que seguro llena de alegría a toda la
familia. ¡Felicidades!.
Un saludo Sara

Salvador Macipe dijo...

Sara, muchas gracias por tu amable comentario. Tus abuelos Pascual y Andresa, además de estar entre los mejores amigos de mis padres, son para mí personas entrañables que forman parte de mis mejores recuerdos juveniles.

Seguro que entre las anécdotas que pienso ir escribiendo aparecerán algunas que se refieran a tus ejemplares abuelos y las publicaré con mucho gusto.

Gracias por acordarte de mi nieta, que tiene tu mismo nombre, y ha pasado a aumentar el censo de las buenas gentes de Ariño. Deseo que sea un motivo más de alegría y de esperanza para nuestra calle.

Un afectuoso saludo.

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