domingo, 16 de noviembre de 2008

El tablón

El siguiente relato es sobre algo que me contó mi amigo Juan José “el Lino” que, como muchos sabemos, tiene un buen archivo en la memoria de sucesos curiosos. Así que sin más demora y con la venia, ahí va:

Hace ya bastantes años, los mineros de Ariño trabajaban en las minas de Samca, en las de la Calvo o en una que se llamaba Porvenir. Entonces los mineros de la Calvo y la mina Porvenir hacían los desplazamientos en bicicletas que, dicho sea de paso, a pesar de que éstas ya tenían su magneto, por la noche alumbraban poco más que un mechero, cuando llevaban cierta velocidad (nunca excesiva), y sobre todo cuando, debido a la dificultad de las cuestas arriba, los ciclistas echaban pie a tierra y se ponían a caminar llevando a la bicicleta del manillar. Entonces (si no alumbraba la luna) la oscuridad era casi absoluta.

Cierto día coincidió que subían a “enganchar” en el tercer turno un grupo de tres o cuatro mineros, uno de los cuales era mi amigo Juan José y, por causa de la desfavorable pendiente, llevaban la bicicleta del manillar, como queda dicho.

A la misma hora regresaba, después de acabar el segundo turno en la mina Porvenir, otro minero que se llamaba Pedro Novella y a quien todo el mundo conocía como el tío Pedro “el Codis”, que había tenido la ocurrencia de atar en el “trasportín” de su bicicleta, en sentido transversal, nada menos que un tablón de más de dos metros que se traía de la mina para su uso particular. La carretera no era muy ancha que digamos y además, para ir más tranquilo, el tío Codis circulaba por el centro, al igual que los ciclistas que venían en sentido contrario procedentes de Ariño. La noche era de luna nueva y el silencio casi total.

Tuvieron, además, la mala suerte de coincidir en una curva. Ya os podéis imaginar lo que pasó: el del tablón embistió a los que subían, de manera que todos, sin excepción, ciclistas y bicicletas, terminaron en el suelo. Lo curioso del caso es que cuando, más o menos maltrechos, uno y otros se incorporaron entre lamentos, el primero que habló fue el del tablón, que dijo: “mecagüen. . . (el resto es irrepetible) ¿Esto son formas de ir por la carretera?”. Es decir, que culpaba a todos los demás de lo ocurrido.

Esta fue una de las actuaciones típicas del tío Codis, que era un hombre muy trabajador, muy fuerte y posiblemente uno de los mejores segadores del pueblo, pero que, de vez en cuando, tenía ideas tan insensatas, con perdón, como esta que he descrito y otras que yo me sé.

Tenía también merecida fama de poseer extraordinaria capacidad estomacal (por decirlo de alguna manera); sin embargo mi padre, sin aparentar especiales facultades en ese sentido, compitió dignamente con él, comiendo, por apuesta, un montón de galletas de vainilla, como quedará detallado en uno de mis relatos.

No hay comentarios:

Visitas desde el 15-09-2008
Visitas desde el 22-06-2009... contador de visitas
contador de visitas