martes, 16 de octubre de 2012

El río Martín (I)



Los Pilones


Ariño tiene dos ríos que confluyen no lejos del pueblo: son el Martín y el Escuriza (llamado, el segundo, en Ariño, río Ariño). El más caudaloso es el Martín, que prácticamente nace en el pueblo de ese mismo nombre y tiene en su curso, en Oliete, un pantano que se conoce como “de la cueva foradada”.

Este río entra en el término de Ariño poco después de la zona de la sima de san Pedro y del “torrejón de los moros” y sigue por unas zonas de huertos llamadas el Batán y el “cerrao del inglés”. Me parece muy curioso este nombre, dado que la relación inglesa de Ariño era inexistente por completo en aquella época.

El río continúa cruzando un buen trecho del término de Ariño hasta internarse en el de Albalate del Arzobispo, a la altura de las huertas de la Virgen de Arcos, muy cerca ya de un lugar precioso, con varias edificaciones, que también se llama “el Batán”. Así que nuestro río va, en Ariño, de Batán a Batán, más o menos.

Al menos hasta 1970 fue bastante caudaloso; tanto es así que por donde tuviera una anchura de menos de cinco metros ya resultaba difícil de cruzarlo a pie.

En la época indicada, el agua era limpia, hasta tal punto que se la podía beber sin ningún problema. Incluso se veía a la gente llenando cántaras por la mañana en el trozo de acequia descubierta que había en un extremo del “puente Viejo”.

Las aportaciones de agua cercanas a nuestro pueblo se producen de forma continua en “los Baños” y son muy importantes, ya que, aparte del manantial visible, que es considerable, en toda esa zona el suelo es también un puro manantial. Tiene otras dos, de menor entidad, que son la del propio río Ariño y la del Regatillo de Alacón, en el término de Oliete.

Este río tiene un amplio cauce, porque sus avenidas eran muy fuertes y arrastraban a todo lo que las interfiriera, incluidos algunos huertos, porque se daba la circunstancia de que, cuando pasaban varios años con el río más o menos tranquilo, siempre había algún vecino que tenía la ocurrencia de hacerse un huerto en la rambla, y a la postre las riadas terminaban arrasándolo. Se solía decir que el río, antes o después, “sacaba a relucir sus escrituras de propiedad” y recuperaba todas sus pertenencias.

Aparte de las avenidas naturales como consecuencia de grandes tormentas de verano, el río tenía asegurada una avenida producida por la operación de vaciado del pantano, para limpieza de su fondo. El agua entonces pasaba a ser barro puro (tarquín) y en aquel barro iban mezclados los barbos, algunos de ellos de gran tamaño. En estas ocasiones, muchos de ellos acudían medio asfixiados a los manantiales de “los Baños”; así que allí era donde mejor se pescaban. La gente los cogía también en otros sitios, porque para los barbos aquel vaciado era un desastre y bajaban totalmente descontrolados. El río olía fuertemente a barro y después de aquello las ramblas se quedaban muy limpias de hierbas y de arbustos, pero completamente llenas de barro maloliente por todas partes. El caso es que, por la acción del sol y de alguna que otra tormenta, al cabo de poco tiempo volvían a estar como nuevas, de forma que con la operación de vaciado del pantano se limpiaban a la vez pantano y cauce del río; eso sí, la fauna piscícola salía muy malparada, pero al cabo de un año ya estaba todo lleno de peces y de cangrejos, como si nada hubiera pasado.

La existencia de zonas rocosas que originan su cambio de dirección y el paso de los años, han dado lugar a un cauce muy quebrado y de cierta profundidad con relación al entorno, con pozos que aparecen y desaparecen, ya que están sometidos a un proceso alternativo de excavación-relleno a cargo del agua y de los arrastres.

Los pozos más populares e importantes son el de Los Pilones, que es el más cercano al puente Viejo, el de Lorén no lejos del Ciprés, el del Infierno que se ve enfrente del Cubo, el de la cueva de la Marta que está muy cerca de la carretera antes de llegar a los Baños, el del Molino que se forma en una roca que hay en medio del río muy próxima al antiguo molino de trigo, el de la Central y no muchos más de cierta importancia.

Cuando éramos chavales nos bañábamos sobre todo en el de “los Pilones” que es el que teníamos más cerca y era el más divertido. Este pozo se produce al llegar el agua velozmente a dos pilares rectangulares de mampostería, que miden unos diez metros cuadrados de planta el más próximo al pueblo y  unos seis el siguiente. La distancia desde la parte superior del más alto de estos hasta la superficie del agua, viene a ser de algo más de tres metros.

No he conocido a nadie que se preguntara qué pintan estos pilones allí (en realidad son tres, dos en el agua y otro fuera). Es fácil suponer que en algún momento debían de ser parte del único puente que tendría el río, pero la pregunta es obligada: ¿Qué antigüedad tiene este puente? Aquí aparece uno más de los interrogantes que solo podrán intentar explicar los expertos en arqueología.

El caso es que dichos pilones nos servían de trampolín a multitud de chavales que nos bañábamos en aquel pozo, generalmente sin permiso paterno, con indumentaria variada: calzoncillos, taparrabos (así llamábamos entonces a los bañadores) y en algunos casos (generalmente los niños más pequeños) con la ropa con la que llegamos a este mundo.

El pozo Lorén también era bonito y apropiado para bañarse, pero para llegar a él había que caminar un buen rato río arriba. En este el agua daba contra una lastra inclinada y en todo él había mucha sombra proporcionada por los chopos muy próximos al río. Esta frescura en verano compensaba en cierta medida la incomodidad de la mayor distancia desde el pueblo, pero, aun así, estaba siempre menos concurrido; por ejemplo cuando en “los Pilones” podías encontrar de cinco a diez chicos, en “el Lorén” podía haber dos o tres, o quizá ninguno.

En este pozo había algunas ramas parecidas a lianas, que colgaban de los árboles de las orillas. Te podías coger de una y en el penduleo llegar de lado a lado del río. Tengo un amigo que cuando éramos mozalbetes de unos dieciocho años, un domingo, después de bañarnos, vestirnos y peinarnos cuidadosamente para ir bien elegantes al cine, tuvo la ocurrencia de hacer un último viaje en una de aquellas lianas y en el recorrido de ida, cuando pasaba por encima del río, se le rompió y aún me parece verlo nadando vestido y calzado en aquel pozo, con gran y censurable regocijo de los espectadores.

A pesar del importante caudal y del número e inexperiencia de los bañistas, se ha producido solamente, que yo sepa, un accidente mortal por ahogamiento de un chico que no había nacido en Ariño. Seguramente por desconocimiento del río, se bañó en el pozo de los Infiernos, que es bastante peligroso. Casualmente está enfrente del Cubo, donde también habían muerto asfixiados en el barro, dos hombres que estaban desatascando las tuberías de las turbinas de la central, cuando ya se hallaban muy cerca de la salida y por tanto de la salvación. Estas fueron represalias del río y del barro, que aún hoy llenan de tristeza a las familias que sufrieron estas desgracias y a todo el pueblo cuando las recuerda.





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