jueves, 3 de noviembre de 2011

La peña negra

Cuando se contempla desde Ariño su huerta mayor, circunvalando por la derecha a esta considerable superficie se ve, muy destacada, la carretera comarcal que pasa por el puente de las tres arcadas, deja a su derecha las huellas de los dinosaurios y asciende hasta desaparecer en una curva de la zona que llamamos la peña negra.

A propósito de esta carretera tengo que decir que, por su pendiente y proximidad al pueblo, era una tentación para los chavales ya mayorcetes, que la utilizaban como pista de descenso en plataformas construidas utilizando madera, alambres, cuerdas y clavos y con estos ingredientes hacían el chasis, los ejes, los frenos y todos los demás órganos y mecanismos del carruaje. Elementos destacados eran los rodamientos de bolas, sacados de sabe Dios dónde, para utilizarlos a modo de pequeñas ruedas del artefacto.

La velocidad de aquellos móviles era, aunque moderada, excesiva para una mínima seguridad del ocupante, especialmente si coincidía el experimento con la presencia de algún vehículo de los de verdad. Eso sí, el estrépito del rodaje era considerable y se oía perfectamente desde la calle santa Bárbara, que era donde yo vivía en aquellos tiempos.

La considerable sonoridad de la prueba tenía el peligro de que llegasen los detalles del suceso a casa de los progenitores de los protagonistas y no les pareciera del todo bien que corrieran sus hijos los riesgos de rotura de prendas de vestir e incluso de algún hueso y, en consecuencia, trataran de evitar, contundentemente, que aquellas prácticas se repitieran en lo sucesivo.

Esta pequeña introducción tiene por objeto aludir a las proximidades del lugar al que me voy a referir a continuación:

Se trata de que, como he indicado al principio, la parte más alta de dicha carretera recibe, desde tiempo inmemorial, el nombre de peña negra. Muchas de las partidas de Ariño tienen nombres de los que no se sabe el motivo de su adjudicación, pero en este caso no había duda del motivo de la denominación. En aquella zona, a pocos metros de la orilla de la carretera, había una piedra casi negra más o menos redonda, muy especial. En principio debió de ser parecida a un dado de un metro de arista más o menos, pero en la época a que me refiero, su forma se iba acercando a la esférica aunque le faltaban todavía bastantes agresiones para serlo del todo.

En Ariño hay piedras de todos tamaños por muchos sitios, pero aquella tenía como distintivo el color y el hecho de que estuviera fuera de contexto, es decir que no se vieran piedras del mismo color en el entorno. Era básicamente de un color rojo inglés oscuro con algunas partes algo negruzcas. En las calzadas del término de Ariño, en las zonas en que la tierra es roja, se ven algunas piedras parecidas en el color, aunque no en el tamaño, ya que la peña negra pesaría más de dos toneladas.

Alguna vez pensé que sería interesante estudiar aquella piedra y, en todo caso, protegerla convenientemente para evitarle deterioros y poner una inscripción aludiendo a su insólita presencia y aspecto, que había dado lugar a la denominación de toda la zona.

En uno de mis últimos viajes al pueblo, al pasar por el lugar donde estaba la piedra, observé con la natural sorpresa, que había desaparecido y pensé que alguien se la había llevado a propósito, ya que para nada estorbaba en su ubicación habitual ni se la veía por ninguna parte. Pensé también que, dado su peso, se debieron de utilizar para las operaciones de elevación y transporte medios de cierta envergadura, que no cualquiera posee.

Se me hizo extraño que esta época de extrema regulación en la que incluso el desplazamiento de un árbol requiere permiso oficial, se pudiera haber hecho el movimiento de un elemento tan interesante y representativo sin realizar los trámites correspondientes.

En consecuencia, para quien pueda saber algo de dicha piedra, lanzo desde aquí una pregunta, tan simple y comprometida como la siguiente:

¿Qué ha ocurrido con la peña negra?

Me alegraría saber que estamos a tiempo de rescatarla, someterla a estudio y darle la ubicación que se merece.

EPÍLOGO

El misterio de la peña protagonista de este artículo quedó aclarado hace tres días, cuando al exponerle mis inquietudes a José Antonio Oliete, que fue concejal del Ayuntamiento de Ariño en el anterior equipo (2007 / 2011), me indicó que la piedra fue retirada del emplazamiento original en el monte y guardada convenientemente en un almacén del Ayuntamiento, para preservarla de los deterioros que con toda seguridad seguiría sufriendo por hallarse a la intemperie, sin protección alguna.

Del exacto conocimiento por parte de José Antonio de los pormenores sobre esta retirada y de su actual ubicación, interpreté que todo había sido obra suya y así lo indiqué en su momento en esta publicación; sin embargo esta información era verdadera (porque yo así lo creía), pero no cierta (porque no se correspondía con la realidad) ya que realmente (y así lo atestigua el mismo José Antonio al preguntárselo explícitamente), la decisión del traslado fue de la anterior corporación a la del 2007 y concretamente "lo hizo personalmente el Concejal de Obras Miguel Lecha Serrano", según me indica Agustín Comín en un amable comentario aclaratorio de estas circunstancias.

Sirva el párrafo anterior como nota aclaratoria de la anterior publicación y de petición de disculpas a todos por mi involuntario error.

He quedado sorprendido por esta medida de cautela y me ha causado una excelente impresión el constatar que en este caso hayamos coincidido varias personas sobre los cuidados que requieren las cosas que pueden considerarse valiosas para nuestro pueblo en algún momento.

En definitiva, la piedra objeto de mi pregunta, se halla bien guardada por el Ayuntamiento anterior y protegida por nuestro actual Ayuntamiento, para que en el futuro se haga con ella lo que los representantes de Ariño estimen oportuno y conveniente.

Por si mi interrogante se da en otras personas y por si el paso del tiempo desvirtúa estos pormenores que hoy tenemos claros, sugiero que, cuando sea posible, se deje constancia escrita, en el sitio que ocupó la referida piedra, de las circunstancias curiosas que concurren en este caso, y se aplique sobre ella, si todavía no se ha hecho, una aclaración adecuada de su procedencia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Salvador: es un relato con un final casi feliz. Para las "chicas" este emplazamiento tiene otro recuerdo: ir a buscar arena para fregar los aros de las escaleras (mamperlanes creo que se llaman) y las cocinillas de carbón. Gracias por seguir despertando recuerdos. Angela

Salvador Macipe dijo...

Gracias, Ángela, por tu amable comentario.
Tienes toda la razón sobre el yacimiento de arena próximo a la ubicación de la piedra en "la peña negra". Yo también he ido alguna vez allí, acompañando a mi hermana María, a buscar aquella arena que era muy especial y apreciada, a pesar de que era costoso el ir y volver caminando desde el pueblo.
Lo que no recordaba es que se usase también para abrillantar aquellas cocinillas "Izuzquiza" para carbón que eran unos aparatos domésticos principalísimos.
En mi relato estuve dudando entre incluir o no estos detalles que son importantes tanto por el aspecto costumbrista que añaden a la zona como por la sugerencia del pasado marítimo que hace la presencia de aquella capa de arena de considerable espesor y de especial granulometría.
Finalmente no los incluí, por no alargar más mi relato.
Lo que no sabía es que esas partes de las escaleras se llamasen mamperlanes. Tienes razón, así se llaman, y te agradezco la información.
Muy interesante tu comentario.
Un cordial saludo.
Salvador.

Anónimo dijo...

Salvador solo quiero indicarte que Jose Antonio Oliete te ha informado mal, pues cuando él entró en el año 2007 al Ayuntamiento la anterior corporación municipal ya la había recogido en el almacen municipal, y lo hizo personalmente el Concejal de Obras Miguel Lecha Serrano.
Creo que a cada cual hay que darle lo suyo y en este caso Jose Antonio Oliete no se puede atribuir algo que no ha hecho.
Me ha encantado tu propuesta. Agustin Comín

Salvador Macipe dijo...

Agustín, en primer lugar, gracias por tu aclaración respecto a la autoría del resguardo de la peña negra.
De la conversación con José Antonio sobreentendí que había sido guardada por iniciativa suya sin que él explícitamente lo dijera. Por tanto queda claro que la piedra fue guardada por la corporación anterior al 2007 y, según indicas, "lo hizo personalmente el Concejal de Obras Miguel Lecha Serra".
El mismo José Antonio me lo ha confirmado al hacerle la correspondiente consulta hoy, e insisto en que José Antonio no me informó mal, sino que se trató simplemente de un involuntario error o despiste mío.
A aquella corporación municipal debemos por tanto los vecinos de Ariño la idea y la acción de salvaguarda de la famosa piedra negra. No me dueles prendas, por supuesto, en reconocerlo y agradecerlo.
En la publicación en Entabán procedo a realizar la oportuna rectificación y a pedir disculpas por mi errónea información.
Son los problemas de escribir con alguna frecuencia para el público, y me sirve ¡a mis años!, una vez más, de enseñanza sobre la errónea forma en que solemos recoger la información hablada, si no prestamos una total atención y cuidado.
No dudes que agradezco tu puntualización y el amable tono que utilizas en tu comentario.

Un cordial saludo.
Salvador.

Anónimo dijo...

Interesantes réplicas y contraréplicas. Pero la piedra en cuestión, que tan bien señalas en el relato, sigue durmiendo el sueño de los justos en el tal almacén, sin que por lo visto tomen decisión alguna sobre ella ni los unos en su momento, ni los otros, legislatura después.Eso sí, conviene lucir medallas meritorias. Quo usque tandem abutere, Ayuntamiento, patientia nostra...
Por otra parte, el relato, como siempre, genial.
Saludos.
Salva

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