viernes, 22 de enero de 2010

Uno sobre campanas

Este relato lo contaba mi padre y se refiere a las frecuentes procesiones que antiguamente se celebraban en Ariño por muy distintos motivos: festividades religiosas, fiestas de los santos patronos de los barrios, e incluso para pedir la lluvia en los años de especial sequía.

Cuando se trataba de las fiestas de los santos patronos, tenía lugar, durante la procesión, el volteo de las campanas de la torre, rivalizando en energía los mozos más fornidos de cada barrio.

Explicaba mi padre que en una de aquellas procesiones estaba siendo tan patente un especial brío en la actividad campanil, que una señora de la comitiva le dijo a su vecina:
- Este año sí que van fuertes las campanas. ¿Sabes quién las toca?
- Es el chico de la tía… -respondió la otra-.
La primera, una vez que supo de quien se trataba, concluyó:
- Pues sí que las toca bien, ¡y eso que no sabe de letras!

Mi padre se reía de lo que parecía una incongruente exclamación; sin embargo esta tenía su miga, porque implícitamente relacionaba dos admiraciones: la que se profesaba a las personas que sabían leer, y la que correspondía a la agudeza vivacidad y fortaleza del mozo; y es curioso observar cómo todas estas cualidades se mezclan e influyen mutuamente en el pensamiento intuitivo de aquella señora.

A propósito del volteo de las campanas hay que decir que la operación requería fuerza, pero también destreza y rapidez de reflejos, porque el no ladearse a tiempo de la trayectoria de la campana entrañaba gran riesgo de sufrir un grave accidente.

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